lunes, 30 de julio de 2012



La pregunta sobre la juventud y los valores morales es hoy un tema de gran actualidad, tal vez porque en las nuevas generaciones se muestran los primeros frutos de todo lo que nuestra civilización planta y cultiva. Superando así, por esta primera hipótesis, una lectura moralizante de la juventud, el tema nos remite a los factores múltiples que contribuyen a la formación de los valores morales y al desarrollo del comportamiento humano. De esta forma, analizar la crisis de los valores morales de la juventud será, en gran parte, analizar la crisis de los valores morales de nuestra sociedad en general.

1.- De la moral vigente a la crisis de valores
En las introducciones a los tratados de moral, frecuentemente se hace una distinción pertinente entre “moral” y “ética”. El término ética, de origen griego, comprende el estudio critico y propositivo del actuar humano en sus costumbres, actitudes y prácticas. Este concepto pasó al latín como moralia, usado por primera vez por Cicerón. Pero el término “moral”, sea como sustantivo, sea como adjetivo, llegó a nosotros con cierta ambigüedad. Pues se puede referir tanto al “conjunto de costumbres” dadas y establecidas en un grupo o sociedad como a los comportamientos concretos de las personas; como se puede decir respecto al aparato que estudia y propone críticamente el actuar humano en sus actitudes y prácticas. Sin perdernos en otras distinciones que pueden omitirse aquí, algunos pensadores llaman a la primera “moral vivida” y a la segunda “moral elaborada”[3].


La distinción entre moral ética nos ayuda a percibir que aquí se procesa una crisis de costumbres y comportamientos; esta crisis exige una evaluación crítico-propositiva. La moral vigente está en crisis. No se puede, sin embargo, pasar sumariamente de la crisis a una evaluación negativa. Una crisis también puede ser benéfica, y una juventud anterior a la “crisis de valores” no quiere necesariamente decir que es una juventud éticamente mejor. La inseguridad ante lo nuevo ayuda a ver los nuevos escenarios de una manera pesimista, mientras la seguridad de los valores establecidos lleva a añorar el pasado. Realmente una comparación del comportamiento ético del pasado y del presente será siempre difícil. Y además es, de poca utilidad, si se reduce a una mera comparación. 

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